lunes, noviembre 22

Hogar, dulce hogar.

No es que la escapadita de este último fin de semana largo allá sido totalmente un caos, solamente digo que tres días en familia y conviviendo con la total naturaleza (entiéndase "naturaleza" como sapos, arañas, cualquier tipo de bicho y calor, mucho calor, frío, mucho frío y demás porquerías que no vienen al caso explicar por qué tan malo para mí) pueden convertirse(me) en un desastre. Más a la gente como yo que no tiene paciencia. Aun que, a pesar de darme locura también me dio un poco de paz, más que nada el lugar, las risas y especialmente él fueron lo que me dió paz. Ahora sí,estoy en casa y reafirmo lo que siempre pensé de los cambios, mientras tomo café con leche y disfruto de mis últimos minutos de paz, antes de que empieze la semana de nuevo y con ella el último esfuerzo para poder tener unos míseros dos meses, APENAS, de vacaciones. Pero bueno, peor es nada y a ponerle ganas que dentro de dos semanitas y media chau rutina. Aun que por el momento, a salvar las papas.