martes, junio 7

esas pequeñas (grandes) cosas que me ponen bien cuando estoy un poco mal.

Me he dado cuenta de que la felicidad son sólo las pequeñas cosas de la vida. Así, un soplo de aire fresco en primavera, despertarse cada día y saber que te quedan dos horas para levantarte, escuchar tu canción favorita en la radio, la primera gota de un domingo lluvioso, un café hirviendo en una noche de invierno y un helado en pleno Agosto, cuando llora un bebé, los últimos rayos de sol, encontrarte a alguien que no ves hace mucho tiempo, esas palabras lindas que se inventaron para ocultar/demostrar sentimientos, estar sentada en la estación y que aparezca él ó ella (simplemente esa persona especial), ver dos abuelos paseando de la mano, amigos únicos y verdaderos, cada vez que pronuncian un “te quiero” sincero, un niño pequeño con un caramelo, las sonrisas ¿y por qué no las lágrimas también?, un pastel recién hecho, el chocolate desecho, gritar, la risa(incluso cuando reís por no llorar), regalos debajo de un árbol, un beso en el metro, un paseo por la playa de noche, la seguridad de que va a estar todo bien, un libro por estrenar, los viernes, soñar despierto, escalofríos, el abrazo de una persona especial, bailar, sentir las olas mojando en tus pies, un abrazo de esos que te dejan sin aliento, las palabras justas, esos cuentos que nadie cree, rayar, garabatear, cuando empieza un sueño, cuando por un instante se detiene el tiempo, la lluvia y una fotografía.

Me he dado cuenta de que he perdonado errores casi imperdonables. He sustituido personas que todavía son insustituibles y que personas irreemplazables hoy no son más que gente. Me he enamorado de sonrisas, he borrado la palabra imposible de mi vocabulario, para cambiarla por improbable. Fui amada y también amé. Lo di todo y también lo he perdido todo muchas veces. Incluso he parado el mundo… y sigo aquí.