miércoles, mayo 4

Llueve sobre mojado.

Está nublado, hace frío. Y déjenme decirles que adentro mío estoy igual. Si, yo no sé si habrá sido casualidad o el otoño que se metió como intruso en cada poro de mi piel, pero el otoño se hizo notar. Y precisamente hoy no puedo pensar otra cosa: esperan unos largos meses que hacen todo mucho más oscuro y deprimente de lo normal. Estoy en pesimista, estoy en…  estoy esperando el huracán que, por el viento que hay allá afuera, parece estar cada vez más cerca. El problema es que la tormenta de allá afuera, mal que mal, va a pasar. Y de última… existen paraguas, sobretodos y demás. Pero ¿con el resto? El otoño parece traer lo más feo de todo, y directamente no puedo ver lo lindo del otoño porque ya está en mi esencia.  

¿Pueden creer que hace dos meses lo único que quería era sentir el frío? ¡Claro! Estaba segurísima, tenía mis abrigos en el ropero y quizás tenía quien me cuidara el alma en el invierno.
Quizás sepa lo que aproxima en invierno, quizás algún que otro invierno dolió y hoy necesito eso que me emparche un poco, todavía no estoy preparada para este otoño, llegó más rápido de lo que me esperaba y no lo quiero así.

Está lloviendo, y quiero pensar que la lluvia pasa. Pero ahora necesito pensar en que no vale la pena llorar y que no tengo más lágrimas para regalar. Pero esto es inevitable… porque mis pocas esperanzas tenían frío y ahora están guardadas en un cajón.
Y yo estoy deseando a que solamente llegue la primavera. Y me suena a cambios. Me suena a crecer. Necesito ser primavera.
¿Y a quién voy a culpar? Si al final, la que se confió del calorcito y no se preparó a los fuertes vientos soy yo. ¿Y ahora? Ahora hay que hacer fuerza y bancarse al huracán, ¡es que no puedo esperar meses para salir a pelear!